Vuelve sus sueños metas y pronto una realidad
Ana María Ibarra, de 17 años de edad, nació en Chicago, es hija de padres mexicanos y actualmente vive en Tulsa Oklahoma. Hace unas semanas tuvo la oportunidad de participar en la asamblea para jóvenes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y llevarse consigo herramientas para aplicar en su comunidad
Por Chucho Picón
Ana, ¿cómo llegas a la ONU?
▶ Me enteré de la asamblea de jóvenes de la ONU hace 6 meses. La organización que nos puso en contacto se llama Friendship Ambassadors, apliqué y me aceptaron, de ahí, fueron entrevistas, emails y juntas por teléfono.
Yo no tengo una organización, como muchos jóvenes compañeros míos, sólo planes, sueños y metas. Pero, al preguntarles por qué me aceptaron, porque yo me sentía muy chiquita al lado de todos ellos, me contestaron: “tienes algo que no todos tienen y que te destaca: tu corazón, razón, pasión y compasión por los demás”.
¿Qué hiciste durante la asamblea?
▶ Estuve en seis sesiones y dos asambleas con diplomáticos, científicos, activistas, profesionales y hasta embajadores. Estuve preparándome sobre cómo escribir leyes y subsidios y cómo hacer que los sectores privados trabajen conmigo para causas sociales. Fue demasiada información que pude aplicar en simuladores con mi comunidad en mente. En la ONU, y con esta experiencia, me han dotado de conocimientos que podré aplicarlos ya en la realidad con mi comunidad y hacer del mundo un lugar mejor del que me han heredado.
La ONU me da una voz, recursos, y oportunidades únicas. De toda el área del país que rodea Oklahoma, fui la única mujer hispana joven que asistió, así que con mi conocimiento de las necesidades de mi comunidad, abogué por todo aquello en los paneles de discusión y con otros delegados. Ahora soy delegada de la asamblea de jóvenes de las Naciones Unidas representando Tulsa, Oklahoma.
¿Cómo fue tu experiencia?
▶ Esta experiencia fue una llamada para resolver los problemas que veo frente a mí. Un llamado a ser una voz para los que no la tienen y para derramar el amor de Dios en todas partes, ya que el mundo lo necesita. Con mis compañeros de sesiones, hablamos sobre motivar a los jóvenes hispanos para que busquen y aspiren a la educación que ellos merecen. También hablamos sobre las reformas migratorias, hacer agua potable accesible para todo el mundo; hablamos también sobre la educación para niñas y mujeres, libertad de expresión y religión, entre otras cosas. Nos enfocamos en 17 metas mundiales y cómo lograrlas para el año 2030.
¿Cuáles son tus sueños y en qué proyecto aplicarías toda esta experiencia?
▶ Mi sueño, y lo que más anhelo, es dejar el mundo mejor de como me lo han heredado: en lo económico, social, y ambiental. Otro de mis sueños es lograr que haya paz en el mundo y que los niños vivan su niñez. Quiero defender a los que no pueden hacerlo por sí mismos y quiero unir a la comunidad hispana y defenderla, quiero que los jóvenes hispanos tengan las mismas oportunidades que yo he tenido. Además, quiero crear lazos sociales sin importar la edad, raza, color de piel o clase social. Gracias a la ONU estos sueños se volverán metas y en verdad me siento apoyada por mis amigos, compañeros, asesores y mis padres. Ahora no hay excusa para no llevar a cabo mis planes y mis sueños y algún día alcanzarlos.
¿Qué significado tiene tu fe para alcanzar tus sueños? y el miércoles de ceniza, ¿cómo lo viviste en la ONU?
▶ Mi fe católica para mí es un orgullo, es un orgullo llevar el color de piel como el de mi Virgencita de Guadalupe, y cuando me frustro y no encuentro solución a mis problemas acudo a Dios. En la asamblea, la religión no era una parte grande en sí importante, pero al ver a cuánta gente han impactado estos jóvenes voluntarios, al ver la ilusión de ayudar y unirnos como comunidad global, vi la bondad de Dios, pude ver que a la ONU y sus voluntarios en verdad les importa el bienestar de la humanidad. El miércoles de ceniza fue un poco ajetreado, la ciudad de Nueva York es inmensa, pero mi papá y yo pudimos asistir a una misa en la catedral de San Patricio en un receso de dos horas que tuve. Cuando regresé a la asamblea, vi que muchos de mis compañeros habían hecho lo mismo, asiáticos, americanos, hispanos, europeos y hasta los diplomáticos como yo, llevaban la cruz en su frente, ahí se puede ver la fe católica universal.
En el ambiente que viví de la ONU nunca tuve que defender mis valores, ni mi religión, es un lugar muy respetuoso donde persiguen un bien común, que es también el objetivo de todas las religiones. Al contrario de lo que imaginé, me preguntaban con curiosidad sobre mi religión y mi cultura.
Tu mensaje final, ¿cuál sería?
▶ Mi mensaje para todos los jóvenes del mundo es: “No se den por vencidos, lucha con todo tu ser por lo que tu alma anhela, recuerda que tus armas más poderosas son tu fe y tu educación. ¡La oración es tan poderosa! si estás desesperado, frustrado, desilusionado, acude a Dios. El amor que Dios nos demuestra día a día que tú también derrames amor. Para cumplir tus sueños, vas a tener que trabajar muy duro, las cosas buenas y magníficas no vienen fácil, créemelo yo lo sé. Tocarás muchas puertas, pero te aseguro que Dios te abrirá las correctas, no importa qué o dónde estudies, recuerda que tú eres el timonel de tu propio barco”.
Publicado en la edición impresa de El Despertador Hispano de marzo de 2018 No.10