Un inventor de corazón
A lo largo de mi carrera como periodista, editora, y comunicadora, he entrevistado y conocido muchas personas importantes en el mundo de los negocios o famosas en el área de entretenimiento. Una de las personas que más me ha impactado personal y espiritualmente es Manny Villafaña, inventor de la válvula artificial para el corazón llamada St. Jude Heart Valve.
Por Elisabeth Román*
Con la fe a cuestas
Manny, hijo de padres puertorriqueños, nació y se crio en un barrio pobre del Bronx en la ciudad de Nueva York. Para huir de las pandillas que lo querían reclutar, corría por los callejones hasta llegar al Boys & Girls Club, donde pasaba las tardes hasta que su madre, costurera, llegará a la casa. Estudió en escuelas católicas hasta graduarse de la preparatoria.
Para Manny, la clave de su éxito ha tenido que ver con su trabajo extenso y su fe. Cuando necesitaba capital para crear/desarrollar la válvula artificial, fue a su parroquia, San Juan Bautista en Minneapolis, Minnesota, a orar y pedirle a Dios que lo ayudará, pues sólo tenía sus ideas y poco dinero.
Mirada a San Judas Tadeo
Allí arrodillado, en el banco del frente, vio una estampa de oración a San Judas Tadeo, patrón de los casos difíciles e imposibles. Tomó la estampa y comenzó a rezar la novena. Aparecieron los inversionistas y se desarrolló la empresa St. Jude Medical, que luego se vendió en 7,000 millones de dólares.
Llamó a la empresa St. Jude Medical porque dice que sabía que algún día sería una corporación con acciones en la bolsa, que aparecería en la paginas financieras de los periódicos, por lo que, de esa manera, promocionaría a este santo en todas partes.
UN EMPRENDEDOR SIN FINAL
Ha establecido siete empresas después de St. Jude Medical, para desarrollar instrumentos médicos, todos atados a tratar enfermedades cardiacas.
Vale la pena decir que Manny no es médico; es un inventor que estudia cómo funciona el corazón, muchas veces observando cirugías del corazón en las salas de operaciones. Y su trabajo es conocido mundialmente.
Nos conocimos hace 18 años y nos hicimos muy amigos. Me dice que lo más que le ha gustado de nuestra amistad es que lo trato no como una persona rica o importante, sino como un ser humano normal. ¿Qué más puedo hacer?; él es hijo de Dios que usa su talento para salvar a otros.
Apegado a sus raíces
Manny, que tiene unos 70 años, no ha olvidado sus raíces y de la pobreza de dónde viene. Creó una fundación junto a su familia para ayudar a los necesitados y sigue apoyando al Boys & Girls Club en el Bronx que lo recibió y lo protegió cuándo era un adolescente.
*Directora del Ministerio de Migrantes en Chicago
(Con material de Chucho Picón)
Publicado en la edición impresa de El Despertador Hispano de febrero de 2018 No.9